Hemos iniciado un año marcado por un calendario electoral intenso donde tendremos que elegir a muchas de las autoridades que tendrán la responsabilidad de dirigir procesos, administrar reparticiones del Estado y gestionar la política pública buscando el bien común y bienestar de la ciudadanía.
Quiero centrar mi atención en una de las grandes deficiencias que, a mi modo de ver, está presente (o ausente según el punto de vista) en todo este proceso: la falta de liderazgos reales y auténticos, situación hoy imperante y evidente hasta lo sumo y verdadera dificultad en estas próximas elecciones.
Sin duda, hablar de liderazgo es referirnos a un proceso social complejo y multivariable, que resulta imposible abarcarlo en su plenitud. Proceso que es difícil de definir, pero fácil de reconocer si uno lo ve, lo que habla de una “dimensión invisible” que tiene que ver con las acciones que puede y debe realizar una persona (el líder) para influir en otros, en sus ideas, sus comportamientos y acciones, con el fin de lograr objetivos comunes en el marco de ciertos valores también compartidos. Líder como la persona “capaz de crear un mundo al que todos quisieran pertenecer”, pareciera la forma de resumir esta influencia que, lamentablemente, hoy está en franca remisión.
Hoy estamos frente a escenarios complejos en variados frentes, donde algunas ideas que ayer se presentaban como soluciones factibles frente a cualquier problemática, hoy son fuertemente cuestionadas o desechadas y donde la participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones se alza como la gran bandera de lucha. Frente a estos desafíos, esperamos de los postulantes a los cargos públicos sean capaces en primer lugar, de utilizar la dimensión que da sentido al liderazgo y que se relaciona con la correcta definición de su Propósito o “el para qué” hablando claramente, desde el corazón y explicando todas las razones que explican su visión, sus interpretaciones, su forma transparente de entender la vida y su función pública.
Pero lo que marcará la diferencia y asignará la categoría de líder, es la forma de comunicar ese propósito, haciendo uso de su inteligencia emocional y sus habilidades sociales, la emotividad, la escucha activa, las expresiones de gratitud, la humildad, el reconocimiento por el trabajo y la entrega de otros y el trabajo conjunto. Y finalmente esperamos un liderazgo real en la implementación de ese propósito como un conductor flexible que vaya adaptándose a las condiciones y los cambios profundos que demanda una tarea compleja como administrar recursos del Estado de manera trasparente y eficaz.