Columna de Opinión

Elección en la formación técnico profesional

Rodrigo Tapia Molina

Director Académico CFT estatal región de Antofagasta

Al empezar octubre, los(as) estudiantes y sus familias empiezan sendos procesos de elección para distintos fines al interior de sus establecimientos educacionales. Algunos(as) empiezan a definir sobre el colegio o liceo que desea continuar sus estudios o la formación diferenciada que seguirá trazando su trayectoria formativa, y otros(as) que empiezan a contar las horas antes de rendir el test de selección universitaria. ¡Mucho que pensar, mucho que decidir!

 

En relación a lo anterior, una de estas decisiones corresponde a la formación diferenciada Técnico Profesional. Esta elección refiere, en muchos casos, a vulnerabilidad, bajos resultados académicos y “facilidades para desempeñarse en tareas manuales” (Jacovkis et al., 2020, p. 283), esto último eufemísticamente buscando dicotomizar la trayectoria académica -humanista científica- con la profesionalizante -técnico profesional-.

A lo anterior, se asocian los conceptos ability grouping (agrupación de alumnos) y (vocational) tracking, anglicismos que apuntan a la “diferenciación” (Tarabini, et al., 2020), clasificación y separación de los estudiantes según sus capacidades o habilidades (segregación) y que influiría en la reproducción de las desigualdades sociales. En el caso del sistema educativo chileno, se relaciona a la selección de los planes diferenciados de menor prestigio -modalidad TP- y propiciarían menores oportunidades educativa para estos estudiantes, quienes ya contarían con un menor capital cultural. Esto es, estudiantes vulnerables que recibirían una educación más deficiente, marcando un importante sesgo en este proceso decisivo. (Agencia de Calidad de la Educación, 2016).

 

Esta estigmatización que, es notablemente retratado por Montecinos -en su tesis doctoral- como la Opción B, al indicar que circulan formulaciones discursivas sobre esta, asociándola a una alternativa de segunda categoría. Además, apuntando a sus estudiantes como unos “otros” y “otras”, en comparación con la formación humanista científica, y obviando la relevancia que tiene para estos(as) optar racional y válidamente entre las opciones que se le presentan, desestimando per se la mayor deseabilidad de la Opción A (Montecinos, 2017).

 

Por suerte y, a la luz de una creciente ocupación del Estado, se está revirtiendo la percepción señalada. En este marco, Liceos TP y Polivalentes, así como la red de Centros de Formación Técnicas Estatal -de la cual somos parte- se presentan como una real opción de educación de calidad, con una oferta pertinente para el territorio, en la que se gestan convenios de articulación y alternancia formativa laboral que permitirán más oportunidades y mejores credenciales para el crecimiento profesional y ser un aporte al mundo del trabajo.

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