Hace un tiempo se publicaron los resultados del estudio “Estrategia y plan de acción para el desarrollo de competencias y habilidades técnicas en el mundo del trabajo”, desarrollado por la Comisión Nacional de Productividad (CNP). Este órgano del Estado tiene por misión asesorar y recomendar a la autoridad “en materias orientadas a aumentar el crecimiento económico de largo plazo y el bienestar de los ciudadanos a través de la generación de ganancias de productividad”.
Mueve el quehacer de este panel de expertos la convicción de que la productividad es fundamental para generar un mayor crecimiento económico y bienestar a la ciudadanía pues no solo ahorra tiempo en el trabajo, sino también ahorra capital, siendo sus beneficios muy evidentes: mejor calidad en el empleo, mejores salarios, jornadas más acotadas, más eficiencia (lo que significa menores costos de producción), mejores productos y a menores precios. Lo anterior, como evidencia empírica en países ubicados en el tope en los rankings de productividad mundial, claro está, en un escenario muy distinto al actual. De allí la importancia clave de estudiar el fenómeno y proponer a partir de esos estudios, formas, métodos y sistemas para mejorarla.
¿Qué nos dice este estudio? Primero las buenas noticias. Chile ha avanzado una enormidad en dotar de mayores niveles de calificación a su población lo que queda demostrado en tres hechos, a todas luces indesmentibles: en primer lugar, un gran aumento en la cobertura de todo el sistema educacional. En segundo, un aumento en la tasa de matrícula y en tercero, un aumento notable del acceso a la educación superior. Las no tan buenas noticias: persisten problemas graves asociados a una muy baja comprensión lectora y capacidades de resolución de problemas matemáticos de baja complejidad, lo que nos ubica casi 30 puntos porcentuales bajo la tasa media de países de la OCDE en la medición de estas competencias básicas.
Contamos con un sistema poco articulado entre los distintos niveles formativos y especialidades, muy atomizado y sin un trabajo conjunto e integrado. En este contexto los desafíos son grandes y apremiantes y tienen que ver a los menos con 4 grandes ejes: trabajo en las competencias actitudinales de los estudiantes; mejor y más profunda articulación con los sectores productivos; sistemas efectivos de certificación de calidad y pertinencia de los programas de estudio y finalmente corrección en las grandes asimetrías existentes respecto del financiamiento del
sistema.
Soluciones hay, requerirán un tiempo y un nuevo contexto, pero lo más importante, hay deseos de aplicarlas para seguir mejorando por el bien de Chile y de las futuras generaciones. Aquí estamos, para poner nuestro aporte en esta noble tarea.