Columna de Opinión

Repensar la escuela

Rodrigo Tapia Molina

Director Académico Centro de Formación Técnica Estatal de la región de Antofagasta

Todo sistema educativo debe cuestionarse permanentemente si quiere ser un aporte para el desarrollo de un país; hay quienes se aventuran a señalar que el establecimiento educacional es una micro sociedad, afirmación que cada vez tiene menor asidero ya que, hoy en día, nuestras escuelas y liceos se encuentran homogeneizados, compuesto solo por “los iguales” y que, a su vez, cierra progresivamente las puertas a la integración y la diversidad. incluso, la escuela pública se ha segmentado -más bien, segregado- y no por voluntad propia, rompiendo la antiquísima herencia republicana, de ser el lugar de encuentro de “los distintos”, de “los otros”. No obstante, el surgimiento de la Nueva Educación Pública, como institucionalidad, y su reciente promulgada Estrategia de Educación Pública abre una oportunidad de renacer, reforzar y replantear los principios de nuestro sistema educativo.

 

Ante esto, la contingencia nacional/mundial, primero con el “estallido social” y ahora con la pandemia presenta una gran oportunidad, la de reflexionar sobre la escuela que queremos para el futuro con la finalidad de imprimirle profundos cambios. Esto, claramente va mucho más allá de la discusión por “priorizaciones curriculares” o “decretos evaluativos”; es la instancia propicia para hacer un salto cualitativo y epistemológico sobre los aprendizajes y la formación que requieren nuestros estudiantes. En palabras del experto Francesco Tonucci “El error es seguir como antes de la crisis”.

 

Esto no será posible sin repensar la escuela. Creo preciso romper con el conjunto de estructuras, normas y prácticas que ordenan el espacio y el tiempo de la enseñanza, es decir replantearnos la organización del trabajo escolar que ya, en sí, me parece una relevante práctica pedagógica porque invita a la reflexión. Por ejemplo, el maestro debe tomar conciencia de su rol de mediador del aprendizaje (Feuerstein) y ceder el protagonismo al estudiante en este proceso (no más formación bancaria); nuestros profesores deben apropiarse e implementar estrategias de enseñanza activas que permitan que todos los estudiantes aprendan, respetando sus ritmos y estilos de aprendizaje y, sobre todo, que propendan a la colaboración y el trabajo en equipo (no para competir ni rivalizar). Y, desde esta tribuna, invitar a creer que la evaluación es un elemento intrínseco del proceso formativo que favorece el monitoreo y presta el apoyo oportuno.

 

En definitiva, repensar la escuela es un cambio holístico, un acto contracultural y ubica nuevos marcos filosóficos y éticos para orientar su quehacer; en término de Paulo Freire que la formación de los niños, niñas y adolescente no se limite a “solo leer textos, sino fundamentalmente aprender a leer la realidad” y aportar a ella.

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